Hola a todos, pues eso, después de un largo periodo en el dique seco, volvemos a navegar con nuestro flamante cata que ya está muy apañadillo.
Como teníamos pendiente una visita a los “Taberneros” de latabernadelpuerto.com, en Melilla, pensamos que era una buena manera de cumplir con lo prometido y de hacerle unas millas al cata para probar que todo está Ok. El aviso de un temporal de levante en ciernes no nos echó para atrás.
Así que dejamos el puerto de Valencia, en el que ahora vivimos, a las 18 horas del día 7 de octubre. De momento todo es perfecto, vientos de hasta 15 kts. que vienen de tierra y un mar como un plato, por el que el catamarán se desliza a toda pastilla.
A medida que avanza la noche, el viento baja de intensidad y acabamos bajando velas para seguir avanzando a motor y disfrutando del follón de pesqueras que pueblan la noche.
Por la mañana, con un aumento del viento, volvemos a izar, a ratos avanzamos a 7-8 kts. y en otros nos quedamos a 3 kts. Por momentos el viento sopla a 5 kts. y nosotros avanzamos a 4,8 kts.
Por la tarde volvemos al motor y a las 20 h. de nuevo a vela, mientras las tormentas nos rodean con un aparato eléctrico impresionante. Decidimos que para evitar titubeos lo mejor es lanzarse y desde el través de Cartagena ponemos rumbo directo a Melilla.
Enredando en el equipo de viento, concretamente en el FI-30, nos quedamos sin lectura de viento en el interior. Intuimos la velocidad del viento por la que alcanza el barco. Cada vez que tenemos la curiosidad salimos fuera para ver el display exterior que si funciona.
Olivia hace la primera guardia que resulta de lo más tranquila, en la de Prati las cosas se complican, lluvias intensas, parada total del viento en dos ocasiones para continuar con vientos de entre 20 y 30 kts. y una alarma que se dispara, por faltar datos de corredera, hasta poner al capitán de los nervios, durante una hora.
Simultáneamente y para hacer otra gracia, salta también la de detección de gas en el compartimento de las bombonas de butano. Esa es más fácil, se le corta la alimentación y deja de dar la lata. La posible avería se debe a una entrada brusca de agua por el respiradero inferior, que ha mojado el detector. En cuanto la tripulación está al completo, leemos los manuales y configuramos el sistema solo con lectura de GPS, eliminando la lectura de corredera, con lo que la alarma interior se calla de una puñetera vez.
Mañana estupenda de navegación, con foque y un rizo en la mayor, velocidades de 10-11 kts. con vientos de 20 kts. de aleta. Puntas de velocidad estupendas y una máxima de velocidad en el barco en un momento determinado, del que no nos hemos enterado, de 25,7 kts. Este cata vuela. Hemos revisado este dato, con posterioridad, y creemos que esto no es correcto.
A las 3 de la tarde el viento se instala entre 7 y 10 kts., cambiamos el foque por el génova y navegamos a 7-8 kts.
Baja el viento, por aquello de que no hay felicidad completa y la jarcia da tremendas tarascadas con un mar atravesado que nos hace bajar las velas.
Con un motor a 2000 vueltas, avanzamos a 7,4 kts. gracias a las corrientes que las tenemos a favor, es lo que intuimos ya que la corredera está caput.
En 48 horas recorremos 305 Nm.
A medida que se acerca la noche, perdemos velocidad y navegamos frente a unas enormes montañas de agua que nos impiden ver Melilla cuando estamos llegando. Vemos todas las luces de la ciudad y al momento siguiente solo agua. Resulta sobrecogedor.
A las 11 de la noche, con viento y lluvia, entramos a caballo de una gran ola en el puerto de Melilla.
Natachamar y Raperr están esperando en la gasolinera a la que nos ayudan a atracar. Como nos alegramos de verles allí. Por supuesto el marinero no estaba en ese momento.
Ellos nos dan la bienvenida a su ciudad y con ellos tomamos tierra, después de 339 Nm.
El temporal que nos va pisando los talones, se desata durante la noche, el viento ruge y nosotros en la cama seguros pensamos en la suerte de haber llegado justo a tiempo.
La imagen del puerto por la mañana es de asustar, el agua está chocolatosa, saltan las olas por encima de los diques, llueve y el viento sopla como loco. Estamos ante un fuerte temporal de levante. Los barcos que comunican Melilla con la península dejan de funcionar, el tema es serio.
Nosotros, con nuestros estupendos anfitriones, recorremos la ciudad en coche, bebemos, comemos y charlamos, eso no lo impide la climatología.
El día 13 que es fiesta en Melilla y por aquello de que días de mucho, vísperas de nada, salimos a navegar con los Taberneros, don Manué y su chica, a motor y sin gota de viento. Bordeamos el Cabo Viejo y fondeamos en la cala Tramontana para comer. Otro estupendo día de comer, beber y charlar. Al menos el día es soleado.
Vuelven las lluvias y el día 15 cae agua a cántaros. Salimos a cenar, para despedirnos de nuestros amigos y cruzamos auténticos ríos que discurren por las calles. Bromeamos con la posibilidad de haber traído tan mal tiempo y que todo mejorará cuando nos vayamos al día siguiente. Vamos a aprovechar una situación transitoria de poniente muy flojo para regresar a Valencia.
16 de octubre de 2008
Salimos de Melilla a las 10,30, mar en calma, sin viento. Nos ha soltado amarras Don Manué. ¡Que majos han sido todos con nosotros!
Ponemos rumbo al Cabo de Gata, a motor.
A las 4 de la tarde, con 7 kts. de viento, izamos. Oscila entre 7 y 9 kts. y navegamos estupendamente a un largo, sin perder apenas el rumbo necesario para Gata.
A las 19,30, entre dos luces, entramos en el pasillo de navegación. Tenemos que maniobrar a un mercante, que no respeta para nada nuestras velas y acaba cruzando nuestra proa a menos de media milla.
El radar luce espectacular con tantos ecos de barcos enormes. La vista desde popa también resulta preciosa.
Una hora antes de llegar a Gata, bajamos vela y avanzamos a motor para acercarnos a la Bahía de Genoveses, fondeo y sueño reparador, rodeados de otros cinco veleros que han tenido la misma idea. La paz es total en el fondeo.
17 de octubre, levamos el ancla a las 8,15 h e izamos enseguida con un viento flojito que entra por la aleta, casi popa. Intentamos bordos a un largo pero el viento es tan flojo que no mejora la situación. Navegamos muy despacio, casi arrastrándonos sobre el agua, con un día azul, soleado, estupendo y sin prisa para nada. La mayor parte de la mañana navegamos a 3 kts. por la tarde aumenta la intensidad, vientos de 7 - 9 kts. y navegación a 6 kts.
En las cercanías de Cartagena, bajamos las velas y recibimos la visita de la lancha de aduanas, que se acerca sigilosa para encender de repente un potente foco, escrutarnos desde 20 m. y alejarse dejándonos salseados.
Después de la cena, se repite la situación, eco en el radar sin luces que lo identifiquen y de repente, ¡¡¡zás!!! el gran foco, esta vez es la Guardia Civil y nos hacen una inspección, la primera de nuestra vida. Son muy amables y de lo más educado.
Fondeamos al N del Cabo de Palos y tenemos otra noche tranquila.
18 de octubre.- Ha cambiado el tiempo. A las 8,20 levamos el ancla y hay una humedad tremenda, vientos de popa de 2-3 kts., o sea, día de motor, sigue habiendo sol y nos lo tomamos como día de paseo.
Cuando estamos a 30 millas de Valencia, el viento y el mar vienen de proa y nos dan un final de travesía bien agitado. A las 3 de la mañana entramos en la Marina y quedamos atracados para dormir a pierna suelta, hemos recorrido 326 Nm. Y hemos probado a nuestro nuevo amigo.